El conflicto es inherente a nuestra humanidad. Pero pese a su mala prensa tiene una arista positiva, porque en algún punto es un gran motivador. Puede ayudarnos a redefinirnos, a fomentar nuevos recursos que no sabíamos que teníamos y, a veces, a generar una sana competencia.
Pero en muchos casos, cuando se convierte en un enfrentamiento constante con el otro y en nuestro único modo de vincularnos, solo nos quita energía y foco, y deja de ser un aliado para nuestro crecimiento personal.
¿Qué pasa cuando ésto ocurre en el ámbito laboral?
Todo se multiplica y se hace un “CONFLICTÓN”!! Perdemos un tiempo preciado, ya no sabemos cómo, por qué, ni con quién comenzaron las desinteligencias, y termina impactando directamente sobre nuestro desempeño, el del otro, y el de la organización.
¿Por qué persiste tanto?
Porque se arraigó como forma de trabajo. Porque está contaminado con la rutina y las problemáticas de la tarea diaria. Porque es el lugar común de la organización. Porque justifica el malestar generalizado… entre tantas otras razones.
Entonces… ¿es posible resolverlos?
Los conflictos sí se resuelven, pero está claro que no lo hacen por sí solos! Hay que buscar nuevos caminos, nuevos puntos de encuentro, una dinámica diferente que potencie las competencias individuales y ayude a la sinergia de las partes.
Hay otra forma de trabajar. Podemos disfrutar de nuestro ámbito laboral.
MG Consultoría
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